-Me encantas. Y ahora podemos vivir el sueño, hacer todo lo que queramos, cuánta diversión.
Pero ella no respondió, se encontraba absorta contemplando el reluciente vehículo que yacía allí. Un Ford V8 dorado, más real de lo que se podría imaginar.
-Lo amo- dijo después de in tiempo -Es perfecto. ¿A dónde vamos primero?
-Primero quiero mostrarte algo- dijo él y le hizo una seña para que lo siguiera.
Entraron al local que se encontraba a sus espaldas y se toparon con una estatua que los superaba por una cabeza, era una muñeca enorme de apariencia misteriosa, la recubría una caja de cristal.
Ellos contemplaron cada detalle; la ropa sencilla pero con un ligero toque exótico, los hombros desnudos, los labios rojos y la cabellera oscura. Pero eran los ojos del maniquí lo que los abstrajo por completo, alejándolos del bullicio y la multitud del lugar.
Entraron al local que se encontraba a sus espaldas y se toparon con una estatua que los superaba por una cabeza, era una muñeca enorme de apariencia misteriosa, la recubría una caja de cristal.
Ellos contemplaron cada detalle; la ropa sencilla pero con un ligero toque exótico, los hombros desnudos, los labios rojos y la cabellera oscura. Pero eran los ojos del maniquí lo que los abstrajo por completo, alejándolos del bullicio y la multitud del lugar.
"Inserta la mano y tu destino será revelado" sintieron al instante, no lo escucharon ni lo leyeron, simplemente estaba ahí injertada en sus mentes esa frase, y por alguna extraña razón ellos supieron que la habían percibido a la vez.
Él le dirigió una mirada en la que se leía "incértala ¿Qué esperas?"
-Tú- dijo ella -hazlo tú.
Él alzó el brazo pero fue para sujetar el de ella y colocar su mano bajo la ranura del cristal.
-Insistente.
-No...- se dio cuenta que no podía sacar el brazo ahora, y no estaba atascado pero qué era eso. Simplemente no podía.
Los ojos del maniquí intentaban decir algo. "Hacia adentro"
Entonces se acercó más todavía hasta que sus dedos tocaron el otro extremo de la caja, sobre la palma se encontraba la base de la mujer.
Pasó un segundo de incertidumbre en el que las voces del establecimiento se hicieron más fuertes y la mirada de la chica se perdió en el horizonte como tinta que se disuelve en un vaso de agua, la expresión era la antítesis a lo que había sido el asombro por el vehículo. Era la nada.
Pero entonces regresó. Y por un momento él creyó que iba a reaccionar con brusquedad como si llegara de un golpe repentino recuperando su cuerpo perdido, pero no fue así, ella se limitó a susurrar algo incomprensible; su mirada no había cambiado mucho.
-Ven- exclamó de forma más clara, sacó el brazo del extraño objeto y salió del establecimiento.
*
Una jaula enorme se alzaba frente a ellos, en su interior había una niña -no muy pequeña, no muy grande- sentada con las piernas cruzadas.
Los ojos de nuevo eran los que llamaban la atención, pero esta vez lo podían percibir, era como si de esas cuencas emitiera una luz que titilaba a una velocidad extrema, algo parecido a un monitor visto en un video pero con un movimiento tan acelerado que resultaba casi imperceptible. Pero sí estaba ahí, sí que lo estaba.
-Me recuerda una línea de teléfono
-un teléfono descolgado
-Exactamente- ella dio un paso hacia un lado y luego otro hacia atrás -tengo miedo.
-¿Esto fue lo que te mostró eso... Esa mujer?
-No lo se. Ya no recuerdo que vi.
La niña se movía, se había levantado y ahora comenzaba a bailar, la mirada había cambiado.
"He visto esa mirada -pensó él- en alguna parte"
Bailaba cada vez más rápido. La chica se acercó a la jaula, su expresión no reflejaba nada de miedo. Oyó un golpe repentino y se giró al instante, era él con un martillo en la mano, intentaba romper los barrotes.
*
El carro aceleraba en las curvas abruptas y no se volcaba. Se habían pirado, el rayo de las emociones los había hecho volar y cada cierto tiempo se peleaban por el volante, aceleraban más todavía y daba la impresión de que esa vez el vehículo sí se estrellaría.
-NO- gritó él -NO PODEMOS PARAR
-ROMPE EL VOLANTE. ROMPE LOS CAMBIOS. ROMPE EL VIDRIO.
Vueltas y más acelerones, justo cuando pensaron que nada podía detenerlos el carro voló por los aries, sin darse cuenta habían cruzado un montículo que los hizo saltar alto y a poca distancia el suelo sinuoso y exabrupto terminaba para convertirse en un precipicio.
Se sujetaron fuerte, conteniendo el aliento, al tiempo que un torbellino de temores atravesaba sus mentes. Caída libre.
El aterrizaje, que de haber tenido más tiempo para esperarlo los habría preocupado un poco más, llegó ligero y sin mucho ajetreo, eso que en situaciones normales llamarían milagroso. Estallaron de la risa al segundo y sin espera alguna pisaron nuevamente el acelerador.
La diversión siguió hasta que algo divisaron en la carretera. Cada vez más cerca, alguien en medio y a paso lente, pero ellos lo sabían, que no se detendrían y al sujeto no le daría tiempo ni de saltar.
Sintieron el golpe y vieron su caída en un flash, luego vino el bache bajo las ruedas con su súbito movimiento y perceptible sonido.
-Para- estaba feliz, muy feliz. -Retrocede.
Retrocedieron y el golpe se volvió a sentir. Pero la sonrisa se desdibujó del rostro de ella, " Matamos a alguien"
Era un momento extraño en medio de la nada ¿Qué hacía alguien ahí? Suspiro, parpadeo y suspiro fuerte. Matamos a alguien maldita sea.
Se bajaron y movieron el cuerpo. Todas las esperanza de que siguiera con vida se esfumaron de una.
-De todos modos- se excusó él -de haber seguido con vida estaríamos peor. Lo arrollamos a conciencia.
-¿Y qué? ¿Crees que ahora que está muerto no nos van a buscar? ¿Sugieres que tenemos más tiempo para escapar, es eso?
En medio de la nada se encontraban. Y en medio de la nada comenzaron a discutir. Quién tenía la culpa, quién tenía más culpa, que dirían, cuánto escaparían. Decidieron meter el cuerpo en el carro y seguir midiendo el asunto desde adentro. Pero allí dentro la sangre comenzó a emanar cada vez más veloz, sin detenerse, escurriéndose por los asientos y dejando el suelo húmedo en rojo vivo. Ahora el tema era lo sucio que se ponía el carro, por qué no lo sacamos, adónde lo llevamos, cómo vamos a dejarlo aquí.
Entonces él se abalanzó ante ella y comenzó a besarle el cuello, le besó las rodillas, le besó las manos, las muñecas y los brazos, luego volvió al cuello.
Vamos a matar más gente(...)
*
-¿Crees que soy bella?- nunca habían estado tan calmados; las voces, cortas, eran fuertes pero no muy altas.
-Tus rasgos- tragó saliva -no son bellos pero a la vez lo son.
Ella, que miraba distraída al horizonte, se giró y le dirigió una mirada ambigua.
-Imperfecciones que te hacen perfecta, a tu manera. Grande.
-Como la hechicera- dijo ella en tono comprensivo
-Como la hechicera- afirmó él, calmado.
Hubo un largo silencio.
-Vamos a matar gente.
-Sí- Y eso hicieron.
*
*
Una fiesta de máscaras se celebraba en el recinto contiguo. Ellos solo querían beber algo pero la música era tan cautivadora; no se resistieron.
Entraron, todos detuvieron el baile, lo cual hizo contraste con la música que seguía sonando.
"Nos reconocen"
Sí, ya era noticia, y si no era eso tal vez era el hecho de que portaban armas.
Los enmascarados no se movieron, esperaban la muerte pero no era la típica reacción asustadiza.
Ella comenzó a reír, subiendo el tono. Él se giró y sonrió al verla de ese modo.
-Es gracioso- explicó ella -nosotros somos los asesinos y son ellos los que están en cubierto.
Ambos rieron, carcajadas en honor a la irónica situación. Y los enmascarados siguieron expectantes, inmóviles.
Cualquiera habría creído que iban a desplomarse en el suelo de la risa pero de forma repentina y al unísono recobraron la compostura y comenzaron a disparar, ahí si se movieron.
-¿AHORA SI CORREN?
Cesaron los disparos por un momento. La euforia en sus rostros contrastaba con los gemidos de angustia del otro lado de la sala. Los tenían acorralados.
-¿Donde está el equipo de sonido? ¿Se puede saber?
Al no contestar nadie le dispararon a uno. Todos señalaron el equipo de sonido mientras el herido gritaba y se retorcía.
-¡Gracias!
Se acercaron y él colocó los dedos sobre el regulador de volumen haciéndolo aumentar un poco más; ella colocó la mano sobre la suya y aumentó más el sonido, de golpe. Estaba muy alto.
"¿Ahora los matamos con música?"
-CANTEMOS- gritó ella.
Y cantaron. Cantaron mientras masacraban con disparos (La sangre salpicaba y las balas rebotaban). Luego siguieron cantando, otras canciones poco conocidas sonaron, le bajaron el volumen a las siguientes.
Una jornada como aquella no podía acabar de mejor forma: destruyendo los martinis que se encontraban servidos sobre la barra. Eran tan finos, delicados, únicos en el mundo. Y los arrojaron todos, a los últimos les dispararon en un juego de tiro al blanco.
*
Era la mañana del día siguiente, casi medio día, y juntos se deleitaban con comida en un inhóspito refugio. Uva, cereza, chocolate, avellana, almendras y queso rebanado.
-Te noto distraído- dijo ella luego de tragar.
-Estoy pensando- no había probado mucho. -Tarde o temprano...
-Come esto- le acercó frutos secos cubiertos con crema.
-Alexander nos va a atrapar.
-Alexander es el león que me vas a regalar- rió ella.
-No, Alexander es el juez que nos va a juzgar.
Ella lo ignoró y él no dijo más al respecto.
*
-La historia no termina con el final violento de siempre. No hay pesadillas para ti.
-¿De qué estás hablando?
Sonaron las sirenas y los motores, en un instante se vieron rodeados por la policía, la prensa y los curiosos.
*
Se lo llevaron a prisión sin ninguna declaración, a ella, por alguna razón, la llevaron a otro lugar, un centro médico.
Le hicieron unos exámenes, estaba tranquila, algo le hacía sentir que todo estaría bien, pero no dejaba de pensar en Alexander con el mazo y la peluca y un jurado lleno de conejos, hombres con cara de conejos.
¿Hombres portando máscaras o máscaras portando hombres?
-Me temo que con estos métodos modernos no hace falta ninguna prueba psicológica- exclamó el doctor al entrar. Era un hombre mayor de nariz chata, barba corta y ojos saltones. Llevaba varios folios en sus manos. -El resultado es lamentable. Te encuentras completamente loca.
Ella miró al horizonte.
-El problema no es que yo esté loca doctor, el problema es que él no lo está, está ocupado escribiendo esta historia, porque no está tan loco como para vivirla.
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