viernes, 24 de octubre de 2014

Alguna extraña ironía (entre lagrimas la rosa)

Te encuentro en el balcón de cara al océano bajo el cielo nocturno, llorando, no a moco tendido, pero sí es algo fluido; las lágrimas brotan de los párpados, descienden por tus mejillas y caen, una y otra, y otra.
Me acerco y no te giras pero algo nos hace saber del encuentro entre ambos. Coloco mi brazo entre tu cuello y en mi mano logras ver una rosa 
-Ocasión tan deplorable como especial
-He venido a verte en tu soledad mas no pensaba contemplar las lagrimas. 
-No tienes porque irte- dices sobreentendiendo entre palabras, aun sin mover la mirada de entre el confuso horizonte. 
Tu nunca dejarás de estar mal, o eso pareciera, y yo quiero cambiarlo, pero no es tan sencillo. Aun así no lo esperas y no te importa si te veo en la cuesta. 
-Mira esto- tomo aire y soplo sobre la rosa, ésta se enciende en fuego al instante. Ahí si cambias la mirada, y pareces expresar en una mueca el asombro provocado por lo repentino y cercano que llega a sentirse el calor. 
Casi puede notarse la sombra de una sonrisa en la comisura de tus labios. 
-Alumbramos a otros y en el camino nos consumimos, una parte cae y otra se eleva...- Ah pero esta rosa parece no cumplir con la regla, las llamas permanecen sin alterar la flor, los pétalos siguen intactos sin ser devorados por el fuego. 
-Me muestras esto como excepción- dices intentando adelantarte. 
Pero en lugar de responder me levanto y arrojo la flor en llamas hacia el oscuro océano. 
-No es lo que parece. 
"Qué es?" Te preguntas
-Ven y míralo tú misma. 
Allá abajo, en el agua apacible, ves como una pequeña luz, un destello, brilla entre las olas, haciéndose más pequeño cada vez. 
-Significa que hay fuegos que no matan, ni luces que mueren. 
-Significa lo que tu quieras que signifique.- te digo
Me retiro, pero antes de dar el último paso me doy una vuelta y añado:
-Solo veo una cosa, por más gotas que le agreguemos esa llama seguirá ardiendo, y ya de por sí hay bastante agua y profundidad. 

Y fue en ese último cruzar de miradas en el que ambos supimos que algo lejano, muy en lo profundo, vería nuestra rosa, y el misterio y la ambigüedad de nuestro mensaje recaería incluso sobre los huesos de seres sin ojos

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