Siento que he estado comiendo barro, siento que he estado comiendo galletas de tierra. Lo que una vez fue de oro ahora se desmorona, se desintegra, se revela de otra manera como si, lejos de haber sido el manjar de lo que fue, ahora se derrite en mi boca con el mal sabor del polvo.
¿Este fue el aperitivo que había escogido? ¿Esto realmente resplandeció para mí? La verdadera interrogante que me agobia es el ahora con respecto a esa tierra
¿Qué hago contigo? ¿Te destruyo? ¿te ignoro? ¿Qué hacer con las galletas de barro?
Haga lo que haga la verdad ahora no puede borrarse y el mensaje es más que claro: todo está hecho de tierra, tierra que tarde o temprano tenderá a desvanecerse, dejando ese instante de belleza en la nada y atentando contra ese sentir, en forma de sátira que desnuda y ridiculiza.
Ya no puede ser simplemente, seguir jugando en la arena como si nada. Los castillos que alguna vez se alzarán tendrán como base ese barro inestable; destinados a caer, a ser parte de lo mismo.
No se trata de lo eterno y lo pasajero, ni de lo bello en sí. Lo bello está destinado al cambio, para bien o para mal. Pero el sentimiento..
Se trata del sentimiento que muere sin dejar nada, demostrando que la nueva belleza ha mutado, sigue viva, y la antigua, por su parte, lo fue en su momento, pero que a su vez ese aprecio que se le tiene, que se le tuvo y que se le tendrá, tarde o temprano se irá para no volver jamás.
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